4.8.08

zapatos viejos

ruido de taquitos en un círculo vicioso de anillos y vasos sin fondo e interminables gotas de negroni con cáscara de naranja frente a la pantallita a las tres de la mañana
constante ruido de pasos de baile beodos, pasajes que se salen de mis bolsillos, millions, casi así como los puntos de la piel de gallina de la última canción que aprendí a escuchar y gritar
pero no hay nada que la ruta no pueda curar
así, cuando sea que estemos listos
vamos a otro viaje
saco al azar un boleto de mi puñado del bolsillo izquierdo
y sale una carta con un guasón con cara de póker
sonriendo burlándose, el estribillo de ruby soho en mi cabeza y las voces rasposas
o la garganta con arena del viejo que no quiere crecer subido a un triciclo con un traje y un zapato de dama
las voces suaves de los jóvenes que se ríen como el guasón, que
destruyeron las esperanzas y los sueños de una generación de románticos falsos
y se regocijan
las voces del gordito ése que aprendí a querer y que me dice
sos tan banal
sí, le digo, claro, mientras traqueteo con mis tacos borrachos, mis
muletas de la femeneidad, mi
fondo de botella de whisky en oferta y
me tropiezo con otro boleto, un viaje limitado
un tren en movimiento y
subirse dejando las valijas atrás
subirse y sonreír de espaldas al nacimiento de las vías
con el pasaje entre los dientes, sintiendo un troquelado que no corresponde con
el destino desconocido adonde iba
entonces mirarlo y ver que ahí hay marcado
como si fuera un tatuaje de regaliz
un lugar indefinido que se llama burma shave
miro los carteles mientras mis tacos se hunden en la arena y el viento de la patagonía me
envuelve el cuello, su interior lleno de flema
los vientos silban y los acompaño con mi tos percusiva de congestión incontrolable
de frío de invierno de domingo nublado
de encierros con canciones y películas que se adhieren y a veces duelen
y los tacos que me izaron, que por unas horas me hicieron creer que la música no lo es todo
están allá tirados al costado de la cama.

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