le llegó la crisis y la cambió. a la otra la tenía en la mira, fue un paso seguro.
giró la ruedita que hacía que el rollo se comiera el último negativo compartido, la última película con un no rotundo impreso en cada foto y él pensaba por qué estaba haciendo eso, por qué dejaba que el rollo se comiera la cinta en vez de dejarla velar y dejar que las últimas impresiones del pasado fueran una mancha blanca atrás de otra. la ruedita se trabó. abrió el compartimiento, sacó el cilindro sólido. no había vuelta atrás.
está bien, él tenía derecho a elegir. justamente por eso no había ningún papel, o también tal vez por la confianza de no necesitarlo, pero en fin, cada uno podía tomar decisiones. él sabía lo que hacía. él asumía la responsabilidad. además, si volvían, los dos sabían que no iba a ser lo mismo. él había dicho cosas irreversibles, casi mentiras, pero no por eso ella no las había creído. ya está. la cuestión era cortar con el asunto de raíz, y a él le había salido perfecto.
se encerró en el laboratorio, empezó el proceso de revelado con el cuidado de una autopsia. palpó los instrumentos en la oscuridad, peinó la película en la espiral y casi la recostó en el tambor. echó el revelador y agitó el envase. adentro ya se estaría dibujando su silueta en el relieve de nitrato. pensó en dejar que el químico se comiera toda la película, pero su reloj interno ya sabía cuándo interrumpir el paso, y cambió un químico por otro. esperó, drenó el líquido, puso otro. esperó, enjuagó, y recién entonces encendió la luz. a medida que lavaba el negativo iba mirando las imágenes. sos mi musa, le había dicho una vez. mi musa, mi maga de manos mínimas. siempre había una foto de sus manos. esta vez era la número 37, la yapa, como le decían. tenía el borde recortado, como si se hubiera comido las uñas.
ya no podía volver atrás. ya no iba a poder desovillar el negativo y volver a enroscarlo pensando sólo en las fotos con cada vuelta de la ruedita. ella estaba en cada rollo, y sin ella le iba a ser imposible reproducir el amor del revelado. colgó el negativo y salió del laboratorio. miró las paredes de su casa, repletas de estantes y cajoneras repletos de negativos, rollos, botellas, accesorios de cámaras. miró las pilas de álbumes de fotos acumulados en cajas con nombres y fechas. entonces se dio cuenta. era hora de pasar a la digital.
de agujero a agujero
Hace 4 horas.

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