8.11.10

efecto palestra

es más, es de noche y llueve y volví a renunciar a los prejuicios literarios y me tiré a un libro sobre una catástrofe en alta montaña, sin reparos en quién escribe, quién lo edita o quién lo traduce.
yo no sé si sobreviviría. un cúmulo de equivocaciones combinado con falta de oxígeno a una altura incomprensible, una falta de presión que provoca la sensación de la gravedad cero, una canción que resuena en la cabeza y que se convierte en el único nexo con la realidad ocho mil ochocientos metros más abajo, donde la única tormenta es la de los problemas en la cabeza de cada uno.
¿quién puede tolerar eso? ¿quién se anima a someterse a algo así?
yo no sé si sobreviviría, pero de a poco la idealización de la montaña, la perspectiva de meses de preparación que apenas adapta un poco el cuerpo y la mente a la enormidad del objetivo que puede tomar sólo cuarenta y ocho horas de actividad intensa sin dormir me atrae más y más.
ya mismo es como si el futuro de la hipoxia y el calor de los últimos efectos del frío incontrolable se fueran apoderando de mí. a cada capítulo del libro escrito con pocas pretensiones literarias, a cada vía de dificultad prácticamente nula que aprendo a equipar, la fiebre se expande y hace que me enamore más y más de días y días de dormir mal y comer peor sólo para subir y, bastante más importante, bajar por un pedazo de piedra vomitado por el mundo mismo hace varios millones de años.
aunque el mundo horizontal me fascine, aunque me agarren ansias por no haber conocido todavía ni una millonésima parte de todo lo que me puede ofrecer el nivel del mar, me pongo de rodillas ante la idea de la montaña, que me hace querer aprender lo antes posible todo lo indispensable para poder estar a la altura de las alturas y entonces, una vez encordada, avisar "voy", escuchar "vaya" y así, por fin, irme.

1 comentario:

cat dijo...


todo lo que decís es totalmente impensado, nuevo e interesante.

brindo por eso, loco
que vivan las nuevas sensaciones


te quiero a la distancia,