9.10.06

ruido

hubo casi un mes, o un mes, o más de un mes en el que no escuché múcica por la calle. mi discman de nombre olvidado se rehusaba a leer los cidís que quería escuchar, y a eso había que sumarle una no grata ruptura auricular. ergo, no silencio, pero sí ausencia musical. al principio fue extraño, casi incómodo; mientras caminaba me ensordecían los motores y frenos de los colectivos, los bocinazos de los yuppies histérios y apurados, la alarma que avisaba el cierre de las puertas de los subtes, el ruido de la escalera mecánica, todo parecía elevarse a un volumen grosero. sin embargo, pasada una semana encontré las conversaciones de las personas, cosa que resultó ser entretenida en demasía. un bello ejemplo de esto son las palabras que le dijo un joven padre o un gran hermano a su hijito o hermano menor, que fueron: "¿y, zángano? ¿vamos a la biblioteca a dormir una siesta? mirá qué lindo olor a jazmín que hay." "¿qué es el jazmín?" "es una flor que está por ahí. ¿vamos?"
y realmente se olía a jazmín en el parque de al lado del jardín botánico. y se fueron los dos, se desvanecieron a mis espaldas.
otra cosa agradable fue poder darme cuenta de los momentos en que la ciudad hacía menos ruido; pude escuchar mis pasos por la vereda tres o cuatro veces, resonando los talones y apagándose el sonido cuando llegaba a la punta de los pies. y, a falta de música empecé a cantar, y me di cuenta de que ya no me esfuerzo mucho por saber las letras de las canciones que escucho, por lo que acudí a mi repertorio musical de hace unos años, de cuando imprimía las letras y las guardaba en una carpeta. también improvisé varias veces algún jazz vocal que, a pesar de su patetismo, resultó ser un gran método recreativo. y la gente cobró vida, se volvió más perceptible: una vieja con anteojos que le cubrían la mitad de la cara y que rezaba con un rosario retorcido en su mano y que miró casi con disgusto a un nene que le pidió una moneda. una nena cantando y bailando en la vereda mientras esperaba que llegara su mamá, unos metros atrás. un grupo de chicos jugando una carrera hasta la entrada del colegio. un chico, más grande, que escondió una rosa roja detrás de su espalda al cruzar la calle para encontrarse con una chica y desesconder la rosa y ver su sonrisa e irse con la portadora de la misma. y más, tanto más en más o menos un mes de articulación auditiva, de adaptación visual hacia otras cosas.
pero en todo ese mes saqué pocas fotos. esto se debió principalmente a la muerte del ordenador y, por lo tanto, a la imposibilidad de bajar las fotografías al mismo. igual, una vez resucitada la pecé y hecha la memoria, tampoco congelé muchas imágenes. no las encontraba o no querían hacerse ver o faltaba algo.
pero hoy fue distinto. el señor discman se estuvo portando de maravillas y leyó todos los cidís que le ofrecí. miré mis auriculares despojados de almohadillas y me pregunté cuánto daño se le podrían hacer a los oídos de usarlos así, desnudos. puesto que se me ha enseñado que la experimentación es un buen método para la investigación de índole científica (como viene a ser mi caso de resistencia auditiva), decidí que lo mejor sería calzarme los jédfouns e ir a devolver las películas que había alquilado mientras escuchaba patti smith. lo que pasó a continuación fue una especie de metamorfosis, de regresión esperada: la música fue protagonista de mis oídos, pero las canciones de patti no describían exactamente el ambiente de anochecer y tránsito, por lo que hubo una disociación, una separación entre los sentidos. al enfrascar mi audición, al separarla de lo que veía, pude apreciar las imágenes con la estaticidad de las fotografías. pelusas de árboles cayendo iluminadas por los faros de calle, ciertas sombras en las paredes, las expresiones de las caras que pasaban, todo eso despegado del sonido, siendo sólo movimiento que podría ser petrificado con sólo apretar un botón. y del otro lado estaba patti cantando poesías fantásticas, transportándome al pasillo de una escuela donde está johnny who started smashing his head against the locker, started laughing histerically, y parece una división de sentidos que es más placentera que aplicarlos todos para una sola cosa, es una mezcla asquerosamente adictiva, así que así es como regreso a la esquizofrenia sensorial.



es que así pasa, vio, hipotétio lector (a.k.a.) paulitta que es la única que entra a mi blog (cosa que aprecio una barbaridat! gracias querida). son dos extremos, despojarse de la música o musicalizar el ambiente. pero parece ser que cuando hay exceso de uno, algo se organiza y revierte la situación, la equilibra. está todo organizado, dice luli. otros dicen que las cosas pasan por algo. otros que la vida es un absurdo, un caos tan grande que las coincidencias son inevitables. me causa simpatía esta última postura, por así decirlo, pero al menos últimamente las cosas parecen pretender equilibrarse. una semana diabólica pero que es también una de las mejores de mi vidurria. no quiero seguir ejemplificando. aunque acá, acá sigo escribiendo.

1 comentario:

belén.- dijo...

che. yo leo. que no firme es otra cosa. pura exigencia la tuya....=P.
te quiero che.