nos abrazamos y del otro lado de la calle dos también se abrazaban. pero la chica estaba llorando, como la otra que vi después a la salida del abasto, que ya tendría veintilargos y su mamá cincuenta y tantos y la hija gritaba llorando que eso no le podía pasar a ella. la madre la miraba desconsolada y miraba a su alrededor y la gente se quedaba mirando o caminaba desviando los ojos. yo miré un rato y desvié la vista y corrí a la parada del 168, con seis entradas crujientes dentro de mi agenda.
también corrí a la parada del 60, y corrí del cosmos al abasto, y corrí de un lado a otro y sólo voy a parar para otro abrazo y después voy a seguir corriendo porque correr hace bien, hace bien no quedarse quieta y gastarse para que la horizontalidad sea más cómoda y merecida, y voy a correr la carrera porque su nombre así lo indica y porque presiones tanto internas como externas, y algún día voy a decir cosas que son sinceras pero no necesarias, no lo que a veces se quisiera oír y voy a seguir corriendo y quizás no me alcanzan, porque para ese momento ya habré recuperado pulmones y estado físico, pero sé que siempre voy a parar un rato, me voy a desinflar y voy a necesitar mucho que no me corresponde y después por qué no, seguir mi rumbo, que no es más que el de una calesita como la de la plaza de sacre coeur, que aunque es linda y grande y con linda música, en realidad no va a ningún lado.
de agujero a agujero
Hace 4 horas.

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