y decime qué hacés si abrís la ventana y no hay nada
NO HAY NADA
prefiero un empujón al borde del universo, que me garantiza una movimiento rectilíneo uniformemente variado, es decir, acelerado, hasta posiblemente llegar a la curva gravitatoria de algún otro planeta, y si la velocidad me deja, atravesar el tejido espacial como un espermatozoide atraviesa un óvulo y así fundirme en otro mundo.
que se desarmen mis cejas y ya no sean mis cejas sino desintegración que se reintegra para formar otro organismo. cada folículo desprendido mezclándose con las muchas gotas primaverales que emanan mis glándulas sudoríparas y a la vez mezclándose con el vapor del componente que sea que reine en el otro mundo. y así llover y mojar todo, pringotearme en otras cejas o sus equivalentes en frentes o donde sea que lleven los equivalentes de cejas los individuos del otro mundo, si es que los hay, y sino ser alimento de protozoos. ¡sí!
renacer desde el principio mismo, hacer
¡BANG!
o al menos un mínimo bing
ver que en otro lado las cosas flotan como corresponde, los años no son años y los trafalmadorianos son mis mejores amigos, entonces ya me morí pero no me morí y los tiempos verbales y los gerundios no son más que un absurdo como es el piolín que cumplía la función de cinturón atado a la rama enclenque de un árbol muerto (que no se murió, no no, que se muere, siempre se muere y siempre vive y es perenne pero caducifolio)
alimentar al árbol: alguna vez alimenté al árbol, alimento al árbol, alimentaré al árbol
mi sed mi sangre es mi sed es mi mismo deseo y desdén las ramas son mis dedos son mis raíces,
HAY QUE EXTENDER LAS RAÍCES HACIA ABAJO Y HACIA ARRIBA Y HACIA TODAS LAS DIRECCIONES QUE LAS DIMENSIONES QUE NOS INVENTAMOS NOS PERMITAN
pero siempre, queridos trafalmadorianos, por el mismo motivo por el cual ustedes ven el mundo como es, siempre voy a quedarme en mi órbita de electrón frígido, dando vueltitas miedosas alrededor de un núcleo que no es, sin animarme a pegar el salto hacia el cual me seduce el acelerador. voy a quedarme girando en mi orbital, haciendo fallar el experimento y obligando a los pobres suizos a justificar la falla con una baguette olvidada en alguno de los kilómetros y kilómetros de túnel perdido en una frontera insignificante de un mundo demasiado grande para el mismo mundo.
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