6.4.07

fragmento

(...)
pero esa noche las situaciones circundantes y la forma de recepción de las mismas por parte de norita hicieron que su estado anímico se hundiera en forma de ojeras y encierros. nadie la había llamado para hacer algo, las llamadas que había hecho no habían tenido resultados favorables y la perspectiva de salir sola no la atraía en absoluto. desde el atardecer ya presentía cómo iban a ser las horas siguientes, y quizás por darse la razón decidió frustrarse como tan bien le salía, comiendo nada, fumado un cigarrillo detrás del otro, angustiándose por la falta de dulces en la casa, porque los dulces son una gran compañía en noches así. pero no, ni chocolates ni caramelos, ni siquiera galletitas.
después de cerrar la puerta de la alacena encendió otro cigarrillo, abriendo la ventana para que la casa no se llenara de humo. sentada en una silla escuchaba la música que venía de su dormitorio, cerrando los ojos de vez en cuando e inhalando el tabaco con desgano. en un momento alzó la vista y vio que, aunque su mecanismo de eliminación de humo había resultado efectivo, también había habilitado la entrada a una comunidad entera de mosquitos y otros insectos. encendió una espiral y el olor nauseabundo se mezcló con el del cigarrillo para lograr una fragancia aún más intolerable. y no sólo eso resultaba molesto, sino que el repelente no parecía causar ningún efecto a los mosquitos instalados cómodamente en las paredes y el techo. en su encierro norita tramó un plan de eliminación de invertebrados; se levantó, fue a la cocina a buscar el insecticida en aerosol y roció el aire de su living con la sustancia. cuando veía algún mosquito que parecía no haberse sentido afectado por el veneno obedecía al "presione aquí" que tienen las latas para que el mecanismo se active y ahogaba al bicho hasta verlo caer haciendo firuletes. sólo después de haber llevado el veneno de nuevo a su cocina y de haber vuelto al living se percató de la peste que había logrado. el aire estaba prácticamente irrespirable. se cubrió la boca y la nariz con el cuello de la remera, cerró la ventana y se refugió en su cuarto, frente a la pc. pasaron unos minutos hasta que el hedor llegó a esa habitación, y norita se quejó y sintió que caía un poco más abajo, que aunque las cosas podían empeorar no lo consideraba un argumento para que su malestar no se manifestara en ese instante. optó por subirle el volumen a la música y encerrarse en el baño, donde la nube de veneno no había llegado todavía. después de unos minutos empezó a disfrutar del momento, a pensar en lo memorable de esa noche y, con ganas, encendió un nuevo cigarrillo y empezó a cantar junto al intérprete, sacándose de a poco la tristeza y dejando de pensar en lo que la rodeaba, o, mejor dicho, sabiendo que las cosas que la rodeaban en ese momento eran las paredes del baño y la música y que se encontraba protegida de los hedores del resto de su departamento. al principio del estribillo sintió que estaba a punto de sonreír, tomó aire para cantar la parte que más le gustaba y se quedó gritando sola y en la oscuridad. no podía huír de su día. la luz se había cortado en el mejor momento de su canción y norita sintió que alguien o algo le estaba tomando el pelo. se agarró las rodillas y empezó a llorar sin lágrimas, dejando escapar sollozos de bronca e impotencia. golpeó el piso con los puños y los pies hasta que recordó que alguien vivía un piso más abajo y dejó de hacerlo. ya no tenía tristeza, ahora había mutado en furia en su estado más puro, y tenía ganas de gritar, de golpear cosas, de tirar el veneno y la espiral y la computadora desde la terraza. puteó resignada, se incorporó en la oscuridad y caminó tanteando hasta el living, aguantando la respiración hasta que llegó a la ventana, donde inhaló un aire húmedo y sucio, pero seguramente no más dañino que el que invadía su departamento. miró enfrente y, por supuesto, había electricidad del otro lado de la calle. suspiró un par de veces y las lágrimas que no habían salido en el baño hicieron acto de presencia ante la ventana. su cubrió la cara con las manos hasta que escuchó un silbido desde abajo. se asomó un poco y ahí estaba él; como si hubiera esperado hasta el punto de quiebre, hasta ese instante en que norita pensaba en lo fútil que era todo. es que, claro, él estaba ahí para contradecirla en cada palabra, oliver era de esas personas que hacían preguntas no sólo para saber más, sino que para inducir al razonamiento. norita bajó a abrirle y se internaron los dos en el mundo paralelo en que se había convertido su departamento. oliver la abrazó un rato mientras ella terminaba de llorar, dijo un par de chistes y su buen humor logró desarmar la coraza depresiva que ella había ido construyendo. decidieron encender una vela y encerrarse en el baño, que todavía se mantenía inmune de los tóxicos varios. hablaron por horas, la vela se consumió y siguieron la conversación en la oscuridad hasta quedarse dormidos contra la puerta, tapados con toallas para abrigarse.

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