los vi y hasta escuché la explosión, las chispas que rechinaban en sus neurotransmisores. los vi, y yo estaba de más y todo estaba perdido, porque cuando hay uno de esos silencios en las conversaciones, cuando dos que hablan entre muchos enmudecen porque se vieron y se entendieron con claridad, ahí es cuando se está de más y cuando me invade el pudor y hay que dejar de mirarlos, de escucharlos, cualquier tipo de intervención es capaz de minar ese puente que los une, los liga. por más que me duela, porque a veces yo lo quería para mí, tenía que dejar que todo eso sucediera, me resulta imposible el querer detener todo eso. porque hay algo que yo entiendo, o que yo creo, y es que cuando los neurotransmisores de comportan de esa forma, cuando las combinaciones químicas logran causar un cosquilleo y una sonrisa, una sensación de reciprocidad unida a ganas sudorosas de huir sólo con un alguien, hay que dejar que eso ocurra, que esos dos puedan disfrutar la invasión de lepidópteros que aletean desesperados en el encierro húmedo y ácido del del estómago.
los miro, lo miro y me despido secretamente de todo lo que podría haber sido posible de no ser por mi preferencia por la ficción, de no ser porque la realidad me ganó de mano. total nunca iba a hacer nada más que contemplar.
miro a mi alrededor mientras trato de despegarme; el mundo no es para mí, me digo en un ataque de poesía lastimera. no sirvo para las relaciones, concluyo patéticamente, quejándome de mí misma de una forma culposa, repugnante.
los vuelvo a mirar y reanudaron su conversación, se les notan las sonrisas, la necesidad de contacto que reprimen para cuando, con cualquier excusa, él logre acompañarla a ella hasta su casa. van a ir a pie y la conversación va a tomar un giro, de a poco van a dejar de hablar de música y literatura para explicarse a ellos mismos, entonces la disponibilidad se hará explícita, los silencios más frecuentes y dentro de sus cabezas va a temblar el mismo grito. al día siguiente no abundarán explicaciones, seguirán el juego como quien no quiere la cosa porque eso de confesar pasiones de golpe es algo no del todo aceptado en la sociedad contemporánea. procurarán moderarse por medio de conversaciones sobre música, sobre literatura, como si nada hubiera pasado. recorrerán el mismo camino con leves variaciones, será lo mismo que antes, pero ya se conocen un poco más.
no sirvo para las relaciones, pienso en la noche y el ruido de un celular me hace volver a la silla al lado de la mesa donde los dos que hablaban se interrumpieron porque él recibió un mensaje y parece que al final no estaba disponible. veo que los ojos de ella se nublan cuando él menciona la palabra n-o-v-i-a, que la dice tan como no es nada, que sé que ella la siente como veneno para insectos regando todo su estómago. pero lo miro a él, habló como si nada con una intención, el peso de sus palabras da a entender que quizás, puede ser, es probable, la relaciones contemporáneas deben ser algo más complicadas que acompañar a alguien hasta su casa.
entonces es seguro que se van a volver a ver. inevitable que se crucen y él tenga que decir algunas palabras, una especie de disculpa-excusa, una descripción de su relación estable y de cómo se siente al lado de ella. ella bien podrá creerle, o tal vez pretenderá creer sólo para sentirlo un poco más, sólo porque nunca hizo nada osado y quién te dice, en una de ésas, más allá del mal que puede causar en otra ella logre sentirse acompañada y bien.
los veo despedirse, él hace un saludo general para el resto y se aleja de la mesa mal iluminada. ella toma lo que queda de su cerveza, mira al vacío hasta que se le ocurre mirar el reloj, comentar forzadamente que se le hizo tarde y salir con paso apurado por el mismo camino que tomó él, aunque su casa quede para el lado opuesto.
a la imaginación y a la realidad nunca les divirtió tanto jugar a quién es la mejor. empieza la competencia del verano, r-1, i-0.
de agujero a agujero
Hace 4 horas.

1 comentario:
Qué bueno que estuvo esto, quedé atrapado, no se puede contra los neurotransmisores. Realidad Uno.
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